A caballo entre la fotografía de producto y el bodegón, esta colección, planeada para dar cabida a 72 imágenes de rediseños y bajo el título de Vidas secretas, busca, sin prisas, pero con cierta obstinación, la rendija a través de la cual poner de manifiesto que nuestros objetos más cotidianos, utilizados e incorporados de forma automática a nuestro continuum vital, pueden mostrarse repentina e irónicamente como huéspedes inesperados y absurdos.

En otros casos, las rendijas son más finas o intrascendentes, pero, con todo, proponen juegos poéticos o de palabras, reinterpretaciones de frases hechas y miradas mordaces o cándidas. Fracturas, en definitiva, de una realidad de pequeñas aventuras que se nos escapan, muchas veces, por nimias o secretas.

El criterio conceptual no pretende ser monolítico. No es un portafolio que con el título de Puertas de madera presenta un catálogo exhaustivo y uniforme vinculado a este título. Se trata más bien de un cierto vagabundeo –dentro de un intento de coherencia algo laxa–, que va picoteando aquí y allá para investigar las sensaciones que se producen cuando, gracias a la fotografía, creamos un mundo paralelo, de vidas secretas, no forzosamente trascendente, pero que nos propone una actitud curiosa y diferente ante el mundo cotidiano que nos rodea.

Por otra parte, el tratamiento fotográfico aplicado pretende encontrar un equilibrio entre la cosa desnuda y fría, y un entorno excesivamente acogedor o contextual... Solo se recurre a la escenificación si se ha creído que el requerimiento convenía para puntualizar el objeto o la acción. Y siempre realizado desde una contención voluntariamente buscada, en la aplicación de recursos escénicos.

En cualquier caso y, a pesar de la tentación inicial de generar imágenes virtuales, que hubiese reducido su valor a un mero ejercicio de técnica digital, se ha trabajado intencionadamente en la creación física de todos los protagonistas que aparecen, de forma manual y artesana, dejando esencialmente la labor digital a los retoques de parámetros de luz, color u otros matices menores.

Sabedores de que hay muchas otras vidas secretas y a modo de cata, presentamos aquí algunas de las que hemos descubierto con una mirada atenta y la esperanza de que el lector descubrirá muchas más.

Las historias. «Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí». Este cuento de Augusto Monterroso parece contradecir el proverbio que afirma que una imagen vale más que mil palabras. En efecto, es muy difícil traducir en imágenes el abanico de emociones que despiertan estas siete palabras, pero más difícil todavía es, a partir de las impactantes fotografías de este libro, crear relatos textuales que estén a su altura. Eso es lo que hemos intentado. Con estas palabras, Albert Ollé, escritor y trotamundos, pulsó el interruptor de un proyecto inexistente hasta aquel momento. Fue él, sin duda, quien dio sentido literario a un cúmulo de fotografías cuyo objetivo pasaba inicialmente por un encargo de exposición. Circunstancias inesperadas de calendario trastocaron, en parte, el curso de su excelente colaboración. Con todo, nos deja algunos de los relatos más sugerentes de toda la obra: «Un macdoble», «Alma de flor», «Coqueta», «Dispositivo mixto», «Lavavajillas», «Cuatro amigos» y «Ráfagas en el horizonte». Los demás relatos siguen el mismo criterio que pactamos originalmente de común acuerdo y que, en cierto sentido, ha sido también el eje vertebrador del relato fotográfico.